La semana pasada tuvimos el gusto de conocer a María Sánchez Ávila, miembro de Educación y Ciudadanía, A.C. de San Luis Potosí. Ella nos acaba de compartir el prólogo que ha escrito para un libro del autor sueco Henning Mankell, sobre la violencia sexual y la maternidad forzada.
Es un tema que nos preocupa, desafortunadamente de mucha actualidad, y por eso pensamos en compartirlo con ustedes:
La obra tiene cinco capítulos...
"que se
nombran con fechas:1941, 1956, 1960, 1972, 1981, para focalizar la evolución de
los personajes (o, ¿debería decirse personajas?). La narración empieza con el
inocente recorrido que un par de jovencísimas amigas, Elna y Vivi, emprenden
por la campiña sueca en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Chicas
pobres, apenas escolarizadas, que deben desempeñarse en trabajos precarios y
que, en un acto de libertad e ingenio, llevan a cabo lo que será el viaje de
sus vidas para toparse con lo que nos enfrentamos las mujeres de todos los
tiempos y lugares: el abuso de cualquier hombre que siente que puede usar
nuestro cuerpo a su antojo cobijado por la costumbre y la indefensión de las
víctimas.
Cada época, cada día, cualquier
chica pasa de un jugueteo amoroso a una violación El agresor queda victorioso y
sin mayor pendiente. Para muchas mujeres jóvenes o no, casadas o no, agregada a
la humillación se suma la consecuencia de un embarazo inesperado. Elna buscaba
la amistad, el amor y lo que encontró fue la ignominia y la culpa.
Otras mujeres de la novela
experimentarán lo mismo. Abusos similares son una constante que se pasa de
madres a hijas a nietas como una cadena siniestra: Elna, Eivor, Linda, siempre
sienten que, aunque no está bien lo que les sucede, no hay remedio, que en nada
de lo que les concierne pueden decidir. Su destino depende de otros, de
circunstancias que están fuera de su control. Ni opinión tienen.
Un mozo de guardia fronteriza
viola a una Elna medio alcoholizada. Para muchas mujeres es el mismo hecho en
todos lados; el ataque puede venir del amigo, del novio, del marido, del
desconocido de la fiesta o de la calle. Resultado de la agresión, Elna queda
embarazada. Ella no esperaba que ese viaje en el que descubrió la fuerza de la
amistad y su propia capacidad terminara en un drama al que con dificultad puede
enfrentar.
Al descubrir su embarazo trata
de rechazarlo, espera, como muchas de nosotras que no sea cierto, que basta con
negarlo para que desparezca. Sabe que su vida cambiará radicalmente si lo que
sospecha es cierto. El embarazo es una realidad y emprende el calvario: el
tormento del silencio culpable, un intento de suicidio, mendigar favores,
tratar de establecer complicidades que le permitan llevar a cabo 2
su plan: no ser madre. Elna, roba, miente, se humilla
tratando de lograrlo, y fracasa, fracasa siempre, porque todo está previsto
para que así suceda. Sin apoyo de la familia, sin dinero, sin información,
aislada, enfrentando la ilegalidad.
Por las
páginas del libro desfilan espacios sórdidos, personajes siniestros que se
relacionan con el crimen y tratan de sacar ventaja de la necesidad de Elna de
realizarse un aborto. Individuos de la escoria de la sociedad de la época en
cuartos oscuros, malolientes, hombres y mujeres sin escrúpulos, mesas
desvencijadas, plásticos, sondas, olor a muerte.
Todo sale mal,
como estaba previsto que sucediera. Elna se desangra y acaba en el hospital.
Logra sobrevivir sin cumplir su objetivo: no continuar el embarazo. Su madre al
visitarla, le reclama airada:
- “¿Cómo has
podido hacernos algo así?”
- ¡Qué
vergüenza vamos a tener que pasar!
El autor
reflexiona:
…la muerte
siempre ronda por ahí cuando un feto va a expulsarse de modo clandestino. Si un
solo caballero de los que están arriba, políticos, sacerdotes, comandantes,
cualquiera de ellos, hubiera sabido lo que es…entonces se vería de otro modo.
Que los niños tengan que nacer en medio del dolor es una cosa, pero que haya
que morir o pudrirse desde dentro…Ese es el significado de la ley contra el
aborto provocado.”
Eivor, hija de
Elna; Linda, hija de Eivor, también viven embarazos productos de la violencia
institucionalizada, la falta de información, la incapacidad para decidir, pero
es el caso de la primera mujer el que retrata con mayor detalle la desgracia y
nos permite vislumbrar que cambian los países, las épocas, pero el drama humano
es el mismo: mujeres que no desean continuar con un embarazo y a las que la
sociedad les niega el derecho de decidir sobre su cuerpo y su vida
condenándolas a ser madres sin desearlo.
La novela
tiene muchos otros aciertos, pero hoy quiero retomar este porque este 28 de
septiembre es el Día de Acción Global por el acceso al Aborto Legal y Seguro
conocido también como el Día por la Despenalización y Legalización del Aborto;
una iniciativa surgida en 1990 en el V Encuentro Feminista Latinoamericano y
del Caribe.
En las
condiciones de vida de las mujeres de todo el mundo, la práctica del aborto es
una situación común. En pocos países la legislación es benévola y está
reglamentado como el problema de derechos y de salud que es y las mujeres
pueden interrumpir su embarazo sin pasar por las dificultades narradas por
Mankell. Frente a ello cada día se realizan 55.000 abortos inseguros en el
mundo, 95 por ciento en países en vías de desarrollo, dicen las compañeras de
GIRE, los cuales 3
son responsables de una de cada ocho muertes maternas según
datos de los organismos internacionales de salud. Las complicaciones de un
aborto mal practicado constituyen una de las principales causas de muerte
materna tras provocar hemorragias o infecciones fatales.
Los abortos
realizados por personal no capacitado o en entornos sin los recursos médicos y
de higiene mínimos ponen en riesgo la vida y salud de miles de mujeres cada
año. La incidencia de abortos inseguros es mucho mayor en los países donde la
práctica es ilegal porque esta restricción lleva a las mujeres a recurrir a
instancias clandestinas como a las que se enfrentó Elna.
Décadas
después de lo narrado en la novela, en México poco más de 7.3% —en promedio— de
todas las muertes maternas a lo largo de las últimas dos décadas se relacionan
con el aborto inseguro. En 2013 el aborto representó 8.9% del total nacional de
muertes maternas, lo que corresponde a la cuarta causa de muerte materna.
Hay una gran
deuda con las mujeres, pues enfrentan graves obstáculos para ejercer sus
derechos reproductivos: se les imponen métodos anticonceptivos, son
criminalizadas por interrumpir embarazos no deseados, son maltratadas en los
servicios de salud obstétrica, mueren en el embarazo, parto y puerperio, son
discriminadas al buscar acceder a técnicas de reproducción asistida y se enfrentan
con barreras graves para hacer compatible su vida laboral y reproductiva.
Los argumentos
de tipo religioso solo aumentan en ese 61.9% de mujeres que, en nuestro país,
siendo católicas han decidido interrumpir su embarazo, el tamaño de la culpa y
que además deben enfrentar la criminalización y, en algunos casos, ser juzgadas
por el delito de homicidio en razón de parentesco o infanticidio.
Esta realidad
muy preocupante en México debe llamarnos a la acción. Aunque nuestra etapa
reproductiva haya terminado, como madres o abuelas tenemos que estar de parte
de ellas, de nuestras hijas, de nuestras nietas; que nunca ninguna mujer tenga
que vivir el infierno de Elna, que ninguna muera por practicarse un aborto de
manera clandestina.
Lo que no fue para nosotras, que sea para ellas